El presidente, los militares y el revanchismo

El presidente José Mujica nos viene anunciando desde la campaña electoral que no es un hombre de espíritu vengativo y que por ese motivo está empeñado en concederle la libertad, o la prisión domiciliaria, a los viejos de más de 70 años y evitar así que se pudran en la cárcel por delitos cometidos hace décadas. La difundida confusión entre justicia y venganza merece que nos tomemos en serio su declaración de intenciones.

Cuando en la sociedad impera la creencia de que hacer justicia equivale a encerrar a las personas que cometieron un delito, no puede uno menos que suscribir las palabras de un ex prisionero como Mujica en el sentido de que no quiere que otros sean sometidos a los castigos y crueldades a los que él y muchos otros fueron sometidos. Si cayéramos en la tentación de pagarles a los genocidas con la misma moneda que ellos acuñaron, habrán logrado su victoria definitiva, porque, igualados en la misma abyección, ya no nos estaría permitido invocar ningún ideal. Sufriríamos la peor de nuestras derrotas, la única que no podemos permitirnos.

Ningún ser humano merece el trato que recibieron los presos políticos en este país durante la dictadura. Ni siquiera los responsables de esos tratos. El carácter injusto, monstruoso e inaceptable de los crímenes cometidos por los genocidas, pienso, no tiene nada que ver con los propósitos invocados por las víctimas y los victimarios. Si no fuera así, si nuestra condena de las violaciones de los derechos humanos dependiera de quién las cometa, cabría sospechar de nuestra indignación: podría estar indicando que no nos conmueve ni ultraja el crimen en sí, sino el hecho de que haya sido cometido contra (o por) las personas “equivocadas”. Si consideramos que hay límites que no pueden traspasarse, da igual que las víctimas sean “revolucionarios que luchaban por un mundo mejor” o fanáticos de Peñarol. O torturadores. Por lo mismo, también daría igual que los victimarios sean militares que querían salvar a la patria de la amenaza comunista o gobernantes progresistas empeñados en imponer la justicia sobre la Tierra.

Dicho esto, cabe preguntarnos si efectivamente el trato que están recibiendo los militares encarcelados por haber torturado, matado y desaparecido durante la dictadura puede asimilarse al que ellos dispensaron a sus víctimas, como de alguna manera sugiere el presidente cuando pronuncia la palabra venganza. La respuesta que encontré a esa pregunta ineludible para quienes criticamos un sistema penal inspirado en la venganza es decididamente negativa. Pienso que aquí se extravía toda la argumentación de Mujica, porque parece ignorar que los militares encarcelados por violar los derechos humanos no están recibiendo el trato cruel y degradante que recibieron sus miles de víctimas. Tuvieron un juicio justo e imparcial, dispusieron de abogados, fueron sometidos a la legislación vigente y están detenidos en condiciones razonablemente aceptables. Y es bueno que así haya sido y siga siendo, porque en esas “pequeñas” diferencias reside la gran diferencia.

Los juicios y condenas que recibieron los militares, con todas las garantías legales, no pueden ser ni remotamente comparados con una detención arbitraria, sin pruebas formales, con un juicio amañado y parcial, con confesiones arrancadas bajo tortura, con las ejecuciones sumarias o la desaparición de personas, en las que incurrieron aquellos a los que Mujica quiere ahorrarles hoy, con toda razón, los horrores de la venganza. Falla, pues, el presidente cuando pretende que con la condena de algunos genocidas se está consumando un acto de revanchismo.

En principio, quienes pensamos que con el encierro no se repara una injusticia ni se ayuda al delincuente a corregirse y que ese castigo arcaico tendría que reservarse únicamente para quienes suponen un peligro indudable y directo para los demás, deberíamos interrogarnos en serio sobre lo que propone Mujica.

En su favor, hay que decir que los presos eventualmente excarcelables no representan una amenaza para nadie. De esto no tengo dudas, pero sí las tengo respecto de otras consideraciones que deberían tenerse en cuenta a la hora de tomarse una decisión de esta naturaleza. La primera atañe al tipo de crímenes que cometieron, que toda la legislación penal internacional, a la que Uruguay ha adherido, sostiene que son imprescriptibles. La segunda –mucho más importante que la precedente– es que los condenados por violar los derechos humanos (que a ellos está dirigida la compasión del presidente) no dan la menor señal de enmienda ni de que han comprendido, y aceptado, que nada (ni nadie) puede justificar tratos inhumanos como los que dispensaron a sus víctimas, que después de todo es el requisito del perdón, si es que es verdad, como dice Hannah Arendt, que se perdona a la persona, no a lo que ha hecho. Pues bien, estas personas siguen afirmando que sus crímenes estuvieron plenamente justificados por la causa que los inspiró y que volverían a cometerlos si se repitieran las mismas circunstancias. Es más, todos siguen manteniendo un silencio cruel sobre el destino de los desaparecidos. No representarán una amenaza política, pero siguen delinquiendo y justificando sus fechorías. Mal comienzo para que nos inspiren misericordia.

La tercera duda que suscita el razonamiento de Mujica consiste en que si su propósito fuera el que invoca –divorciar a la justicia de la venganza– debería abarcar, de nuevo con las excepciones del caso, a la gran mayoría de los presos y no sólo a los mayores de 70 años, que en las cárceles convencionales son una minoría que se puede contar con los dedos de una mano. El proyecto del presidente tiene, pues, destinatarios con nombre y apellido, aunque no ose identificarlos. Y eso es lo que rechina.

Estas consideraciones no deberían llevarnos a darles un trato inhumano (ni a los militares de más de 70 años ni, es bueno recordarlo, a ningún preso), pero sí el que contempla la ley, que ya incluye la eventualidad de la prisión domiciliaria por razones de salud, como ocurre con el dictador Bordaberry. No se ve por ningún lado la necesidad de una nueva norma, salvo que forme parte de una reforma global del sistema penal que beneficie a toda la población carcelaria.

Queda, finalmente, algo más que me aleja de la iniciativa de Mujica. Ese algo es la primera persona del singular con la que arranca toda su argumentación. “No quiero tener a unos viejitos tras las rejas”, “no quiero hacer a otros lo que me hicieron a mí”, “no quiero vengarme”. Mujica parece olvidar que los Gavazzo, los Alvarez y todos los militares condenados no lo están por lo que le han hecho a él, sino por lo que le han hecho a otros muchos y de esa forma a la sociedad entera. El perdón que está inclinado a conceder puede hablarnos de su misericordia y generosidad. Pero políticamente no tiene más importancia que el que está (o no está) dispuesto a conceder cualquiera que a su manera haya padecido la dictadura. No es nada personal, presidente.

Puede parecer un detalle menor. Sin embargo, ese colocarse de Mujica en el lugar de la víctima que perdona a sus victimarios no es nada irrelevante. En el fondo es tributario de la muy discutible teoría de los dos demonios, que sostiene que los conflictos de los 70 pueden leerse básicamente en clave de enfrentamiento entre tupamaros y militares, lo que induce a muchos a pensar que las víctimas de los genocidas fueron básicamente tupamaros. De modo que si una de sus figuras emblemáticas está dispuesta a perdonar, podría decirse que ese perdón simboliza el de todas las víctimas o que los “protagonistas de los enfrentamientos del pasado” han saldado sus cuentas. Quizá algunos recuerden aún la famosa frase del entonces senador Mujica en el sentido de que “esto (un esto que no se nombra, calculadamente ambiguo) se terminará cuando todos nos hayamos muerto”. Ese todos, no hace falta subrayarlo, serían los militares y los guerrilleros. Pero el terrorismo de Estado está lejos de poder resumirse en “lo que le hicieron a los tupamaros” o a Mujica (el enfrentamiento entre guerrilleros y militares fue apenas un capítulo de la historia del terrorismo de Estado).

Lo que desde el punto de vista político resulta realmente irrelevante es la disposición de Mujica a perdonar a quienes no han mostrado el menor arrepentimiento, un asunto que tal vez pueda interpretar la nutrida comunidad de psicólogos con que cuenta este país. Pero me animo a pensar que esa disposición no es ajena a la mentalidad del combatiente que, cansado de guerra, está dispuesto a hacer las paces con otros combatientes como él.

18 Responses to El presidente, los militares y el revanchismo

  1. María Lorente dice:

    Muy bueno!!! Gracias por esa claridad y razonamientos!
    Definitivamente, se lo reenviaré a varios…

  2. abedules dice:

    síndrome de estocolmo, lo que nos falta es que lucía termine de leer el libro de Mandela así terminamos jugando al ragby todos.
    Como no me siento y me sé excluida de la historia oficial, los terroristas son los terroristas, y en ninguno de los dos bandos me siento incluida, pero por algo no han hecho autocritica.
    Pero Presidente, no lo van a querer ni lo van a canonizar, aunque Lucia haya ido al Sacre coeure o como se diga y Mujica sea blanco catolicón.
    El perdon es a la persona y la lucha de clases es entre clases y no entre personas.
    Titi Gomensoro sigue caminando sin su cabeza y estos señores ni dicen donde esta el cuerpo ni quien lo destrozo a los 23 años, pero hace tanto de eso, casi cuando cayo el avion con los valientes en los Andes, esos si flor de tipos. Me da verguenza de este presidente debil y mentiroso, que vive del sueldo de su señora porque el del lo dono, a ver si me caso con la presidenta de la camara yo, asi puedo donar el mio.

    lo swl sindrome de estocolmo que lo expliquen los psicologos, yo apenas soy una doctora.

  3. Acabo de escuchar la noticia de que que no va su planteo definitivamente. El Pepe echó patrás. 14.15 del Martes.

  4. abedules dice:

    perdón por los errores de tipeo, los odio pero los hago

  5. Sergio Villaverde dice:

    Tengo la impresión que esta iniciativa se inscribe en una estrategia más general de Mujica que se fundamenta en una ideología autoritario-militar-guerrillerista, que, para decir lo menos, está completamente demodée. No me extrañaría que haya sido ventilada en los encuentros recientes y cuente con el acuerdo de los milicos que hoy ofician de comandantes (¡muy democráticos por cierto!). Despues de todo los presos siguen siendo «camaradas de armas» y, a su manera, «defensores de la democracia» en su momento. En la medida que las ffaa no han dicho lo contrario siguen institucionalmente siendo golpistas. Mujica pretende dar fundamentos filosóficos y humanistas a sus convicciones personales como si fueran generalizables. Se olvida, o no le interesa, la opinión de la amplia mayoría de la fuerza política y de los ciudadanos concretos que lo llevaron a la situación de poder que hoy ostenta. La misma conducta autoritario-principesca que la de Tabaré Vazquez respecto al aborto y su farsesca fundamentación biológico-científica. No está solo Mujica, algunos integrantes de «la barra» lo acompañan y hasta lo superan. Hay un Pérez diputado que plantea que «madrugar y marcar el paso» es una posible terapéutica para ciertas adicciones. ¿Cuál pudiera ser la terapéutica para la adicción a la idiotez?

  6. Pablo Azzarini dice:

    ¡No te mueras nunca, Coco!
    Arsolutamente de acuerdo, me gustó lo de vincular a ”los dos demonios”. Algunos tupas de mi generación todavía piensan así. Los deslumbró la guerra, o algún conocimiento iniciático y esotérico que parece que obtuvieron por estar en la cresta de la ola de una circunstancia socialmente conmovedora.
    Los crímenes más importantes son los que cometen los jefes. Ninguna sociedad que se proponga evolucionar éticamente o intelectualmente o lo que sea puede dejarlos pasar. Hay que señalarlos distinto.
    Ningún viejo sabio debería olvidarlo.
    Un abrazo

  7. cristina dice:

    Como siempre Coco, tus articulos son una maravilla.
    Totalmente de acuerdo conlo que decis, yo no perdonaría jamas a ninguno, que se pudran donde están,porque es tal cual vos decís, ninguno parece estar muy arrepentido de sus acciones pasadas y lo volverían a repetir.
    Beso, Cristi

  8. Fernando Barreiro dice:

    Aqui nadie ha dado la menor señal de enmienda. Ni borrachos!! No solo los militares, sino tampoco los guerrilleros o como se llamen, esos que andaban pegando tiros a bocajarro a policias y algun civil durante una enclenque democracia que ellos ayudaron a que se terminara cayendo del todo. ¿Porqué JB pide signos de arrepentimiento solo a los dictadores (o ex-dictadores? disgresión: no tengo claro si el que es terrorista o dictador o delincuente, lo sigue siendo siempre, o en algun momento le podemos agregar el «ex». Termina disgresión) ¿Los otros no tienen nada sobre que arrepentirse, sobre todo ahora que están en el gobierno? Otro comentario: Para JB parece que los victimarios siempre son los que tienen el poder y las víctimas siempre están en el llano. Puede que en el caso de los guerrilleros hayan sido ambas cosas, no cree? Se puede ser victimario desde la sociedad civil sin duda. Yo que vivo en España le puedo decir que de eso abunda por aquí…

  9. “¿Por qué JB pide signos de arrepentimiento solo a los dictadores?”, pregunta Fernando. Respuesta: porque de lo que estamos hablando es de concederle la libertad a los dictadores. Si estuviéramos hablando de concederles la libertad a los maridos golpeadores, a los neonazis, a los terroristas o a los estafadores de viejitas que salen de cobrar la jubilación, entonces deberíamos atenernos a las señales de enmienda que den los maridos golpeadores, los neonazis y los terroristas. Hay que aclarar que no se trata de pedir arrepentimiento a nadie, que vendría a ser una contradicción en los términos, como “exigir que pidan perdón”, una fórmula que tuvo se cuarto de hora de fama hace un tiempo en este país. Yo desconfiaría de quien pide perdón (o lo otorga) porque se lo exigen o manifiesta arrepentimiento porque se lo piden. Me limito a constatar si esas señales de enmienda existen o no existen.

    Esto de tener que hacer una declaración de principios sobre todos los asuntos controvertidos habidos y por haber cada vez que se abre la boca, o se toma la pluma, le llevaría a uno a tener que escribir un libro cada vez que afirma algo. Si quiere saber qué pienso de lo hecho por los tupamaros en el pasado, encontrará más de una pista en este mismo blog.

    Pero barrunto que Fernando va por otro lado. Y ese lado, me parece, es el de que lo que han hecho tupamaros y militares sí tiene mucho que ver. Y yo pienso que los desmanes que hayan podido cometer unos y otros no son intercambiables, como sugiere FB cuando pide cuentas simétricas a unos y otros. En nada se atenuaría la responsabilidad de los genocidas si los tupamaros se hubieran dedicado a descuartizar lactantes en la Plaza Independencia, como no se atenúa el crimen del peón Pascasio Baez por ninguna injusticia precedente. Lo que parece decir FB es: “acá hubo dos bestias más o menos parecidas. ¿Por qué pedirles cuentas a unos y no a otros?”. El problema, como digo en el texto, es que no estamos ante un asunto entre dos bandos combatientes, como sugiere Mujica. Las cuentas entre combatientes que las salden los combatientes como quieran o puedan. El asunto es que las víctimas de los dictadores no fueron los tupamaros (o no fueron únicamente tupamaros), sino miles, decenas de miles quizá, de uruguayos que nada tuvieron que ver con la guerrita previa a la dictadura que sostuvieron guerrilleros y militares. ¿Por qué esas víctimas deberían ser rehenes de las explicaciones de unos y otros y de las justificaciones de unos POR otros? La pregunta de FB sólo es pertinente para quien resume simplistamente el drama del pasado de este país en el enfrentamiento entre dos bandos, tupamaros y militares.

    En cualquier caso, todo indica que los tupamaros tomaron más distancia de su pasado que los militares del suyo.

  10. Fernando Barreiro dice:

    Las especulaciones de JB sobre lo que quise realmente decir, se las dejo para su discurso. Yo no he hablado ni sugerido que hubiera responsabilidades intercambiables o de pedir cuentas simétricas a unos y otros. A cada cual lo suyo. Tampoco he dicho nada de bandos comabatientes. Porque en Uruguay, que yo sepa no hubo ninguna guerra como para hablar de bandos combatientes. Aqui el problema no es de «comparar» los desmanes como parece preocuparle a JB. Los asesinatos tupamaros fueron, y punto. A las victimas de esos asesinatos no se les consuela con estadísticas o diciendoles que el terrorismo de estado es mucho más dañino que el terrorismo a secas. Aqunque el primero haya hecho mucho más desmanes, al segundo hay que condenarlo y hay solidarizarse con sus víctimas. Reconozco que esto es más complicado, porque los que tuvimos algo que ver con el asunto, y que en su día les reímos las gracias (macabras) a los que secuestaban y mataban con un tiro en la nunca, tambien nos toca decir algo y reconocer responsabilidades.

  11. Jusal dice:

    No entiendo a Fernando. ¿A quien secuestraron y mataron con un tiro en la nuca los Tupamaros? ¿Se refiere a Dan Mitrione? ¿Por qué el plural? ¿De qué habla? Yo estuve vinculado a los movimientos armados de Argentina y jamás le reí «las gracias» a nadie que hiciera semejante cosa? Es más, no conozco a nadie que haya hecho cosa semejante. Con lo que vuelvo al principio: ¿de qué habla F.?

  12. Santiago L. dice:

    ¿Por qué Fernando ve sólo a los victimarios de la sociedad civil en España y no a los GAL (parapoliciales organizados para matar a miembros de ETA?

  13. Fernando Barreiro dice:

    Santiago, no solo «veo» a los victimarios de la sociedad civil. Intento ver a todos, incluso los GAL, un mecanismo sucio y criminal de lucha contra el terrorismo.

  14. Fernando Barreiro dice:

    Hola Jursal,
    Intentaré aclarar lo que dices que no entiendes. Los Tupamaros secuestraron a unos cuantos ciudadanos nacionales y a otros extranjeros. A uno solo le pegaron un tiro en la nunca, a los otros no, terminaron soltándolos. Se ve que habian cumplido la condena o algo así. Por tanto me he referido que a muchos les pegaron un tiro en la nunca (civiles, policias, militares, o ciudadanos «que pasaban por ahi» etc… aunque no hubieran sido secuestrados, y a otros los secuestraron sin pegarles un tiro en la nunca. No sé bien para qué sirve esta contabilidad macabra, pero bueno, me has pedido aclaraciones. Sobre lo de «reir las gracias» no se trata de reir nada, es un giro del lenguaje, lo que quise decir, es que esa gente tenia su hinchada, que les apoyaba desde los balcones y daba hurras cuando se hacian las mayores salvajadas. Eespero que esto aclare el asunto, no se trata de ninguna frivolidad. Ahora te pido yo aclaraciones: qué supuso estar vinculado a organizaciones armadas en Argentina para ti? Te sientes orgulloso de esos vínculos? Y por ultimo que eran las «organizaciones armadas», qué buscaban? ¿No serian organizaciones terroristas? Espero que no.

  15. Santiago L. dice:

    Me imaginaba que Fernando también sabía lo de los parapoliciales del GAL. Lo que quería con mi pregunta era demostrarle una contradicción: si pide que se condene a los tupamaros cuando se condena a los militares, el tendría que haber hecho lo mismo y no hablar de ETA sin hacer mención alos GAL «socialistas». Yo, en cambio creo que no hace falta condenar a los GAL o al franquismo para condenar a ETA.

  16. Mi amigo ERL me llamó la atención sobre el exceso que supone haber utilizado los conceptos de genocidio y genocidas en este post. Creo que lleva razón. Después de consultar algunas fuentes, pienso que es una desmesura aplicar esos vocablos a lo ocurrido en Uruguay. El genocidio, según el derecho penal internacional vigente, son los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal, con algún propósito particular. Me parece más apropiado para el caso hablar de crímenes de lesa humanidad. Según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, los crímenes contra la humanidad o de lesa humanidad son el asesinato, el exterminio, la deportación, el desplazamiento forzoso, la encarcelación, la tortura, la violación, la prostitución forzada, la esterilización forzada, la persecución por motivos políticos, religiosos, ideológicos, raciales, étnicos u otros definidos expresamente, la desaparición forzada, el secuestro o cualesquiera actos inhumanos que causen graves sufrimientos o atenten contra la salud mental o física de quien los sufre, siempre que dichas conductas se cometan como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque.

  17. Fernando Barreiro dice:

    No entiendo porqué tiene que venir la Corte Penal Internacional a clasificarnos los crimenes llamandolos pomposamente «de lesa humanidad». Todos los crimenes lo son. En el uruguay, lo que hicieron los militares y lo que hicieron los tupamaros fueron todos crimenes de lesa humanidad. Lo diga la corte penal internacional o quien sea.

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